6.17 am
Abro los ojos. Acalorada, arrojo el edredón lejos de mí, arrepintiéndome de usar, además, una pijama tan gruesa. Bebo un poco de agua y desactivo la alarma del celular, que ya será innecesaria. Me pongo de pie. Visto ropa deportiva y bajo las escaleras. El perro de la familia me encuentra en su camino y se agita dando a entender que desea ser sacado a pasear. Lo miro fijamente para hacerle saber: no, ahora voy a correr, cuando vuelva, tal vez.
6.40 pm
Llego a un parque de las cercanías. Hago ejercicios de calentamiento. Ajusto mis audífonos y emprendo la carrera. Soy la única que corre en esos momentos. Algunas personas que transitan por ahí me observan convencidas de que mi cabeza no funciona bien. Y, aunque tienen razón, los ignoro para continuar la carrera. Si me emociono y extiendo mi estancia en el parque, compruebo la falta de inteligencia en aquellos que se encargan del mantenimiento del mismo: es época de lluvias, las calles se encuentran anegadas y, con todo, activan los aspersores a las 8 am. Brillante.
8.20 am
Llego a casa. El perro me mira, emocionado. Había olvidado ya sus exigencias. El entusiasmo de que hace gala me doblega, así que le ajusto la correa y salgo disparada tras él. Convencido de que es Super Dog, Bat Dog, Iron Dog o cualquier otro súper héroe canino, corre emitiendo ladridos y gruñidos estridentes. Nunca he logrado comprender cómo es que él, un maltés de corta alzada, es capaz de aterrorizar a los notoriamente más altos y robustos perros que viven o rondan por aquí. Pero así es, y el poder que ejerce sobre ellos sólo lo alimenta más. Kalimán, como debimos llamarle, se asegura de señalar que toda la colonia es suya mediante una serie de levantamientos de pata que termina por fastidiarme.
9.00 am
Llego a casa, sudorosa y hambrienta. Hay huellas de desayuno reciente en el comedor, pero todo mundo se encuentra ya iniciando otras actividades. No me molesta comer sola, pero me pregunto qué les impide esperar un poco a que regrese y nos acompañemos mutuamente. Un poco de sobremesa, caray.
11.00 am
Mi hermano escucha música satánica grabada en vivo (seguramente) en el infierno. Super dog lo acompaña en la recámara, y ahora sí lo entiendo todo. Mi hermana limpia nuestra habitación, razón única por la que ésta se sostiene a pesar de mi tendencia crónica al desorden. Contagiada por su iniciativa, decido acomodar mis revistas superfluas: de pronto, un artículo sobre Eva Longoria capta mi atención y me pierdo en las deslumbrantes imágenes de su sesión fotográfica. Vogue, Cosmo y Glamour tendrán que esperar.
12.30 pm.
Converso por teléfono con mi muy mejor amiga:
- ¿No es, acaso, vergonzoso que yo me sepa la historia de la realeza de Mónaco de ida y vuelta? – le pregunto - ¿Y que todo se lo deba a estas revistas de nenitas?
- Uhmmm… bueno, no es tan malo. Sé de una chica que creció precisamente leyendo Vanidades y a nuestra edad alguien la contrató para escribir sobre la realeza europea.
- Pues dudo mucho que alguien me contrate a mí para escribir de los Grimaldi. Yo, por supuesto, me enfocaría en la historia de Carolina. ¿No es triste que sus hijos hayan perdido el derecho al trono? Carlota tiene todo para ser reina. Es fuerte: ha sufrido mucho. Su padre murió siendo tan pequeña… bla bla bla…
2.00 pm
Después de hacer nacer deseos suicidas en mi amiga tras contarle vida y obra de princesas que a ella le importan tanto como ver césped crecer, decido hacer algo más útil. Hurgo entre los libros de la casa y encuentro Dos Crímenes, de Jorge Ibargüengoitia. Las dos primeras páginas pudieron ser mejor resultas por el autor, pero conforme el relato avanza todo cobra más fuerza. Una hora después mi madre llama a comer y dejo el libro pendiente.
7.00 pm
Este tipo no andaba tan perdido. En un movimiento magistral, ha cambiado al sujeto que narra por otro que aparentemente era secundario. En realidad, sus leves intervenciones han generado efectos catastróficos. Me anima el estilo, por lo que el libro se queda pegado a mis manos.
8.30 pm
Termino las escasas 150 páginas de Dos Crímenes; he estado tan absorta leyendo que no he atendido el llamado de mi cuerpo para eliminar el agua que no necesita. Voy corriendo al WC sólo para darme cuenta de que está ocupado por mi hermana. Pasa el tiempo y ella parece tardarse más a propósito. En mi condición de nenita con escasa paciencia hacia ese tipo de cosas, llamo a la puerta:
- ¿Te importaría apresurarte?
- ¿Te urge mucho?
- ¡Desde que Jesús predicaba con sus discípulos!
9.00 pm
De pie en mi habitación, busco infructuosamente en la radio alguna estación que llame mi atención. La apago. De pronto, descubro que he tratado de entretener mi mente todo el día porque sé que a más de mil km. de distancia, ella está celebrando un año más de vida. No puedo evitar recordar el último cumpleaños que pasamos juntas: su insistencia de no querer celebrar, todos conspirando a su alrededor para darle una sorpresa, yo corriendo de un lado a otro para atender a los invitados, y lo bien que lo pasamos al final de la noche con el karaoke. Sonrío al recordar el momento en que un pequeño asistente de año y medio se acercó hacia mí con pasitos vacilantes extendiendo los brazos y reveló a la concurrencia el secreto que su madre y yo habíamos guardado tan celosamente cuando me gritó: ¡Papá!
9.30 pm
He bajado un rato a la sala para ver TV con mi familia. Aburrido, aburrido, aburrido. No sé porqué tanta insistencia con la televisión. Harta, subo a la recámara: sólo la esperanza de un reparador (y, tal vez, cálido) sueño me puede sostener...
1 comentario:
Vaya, vaya mujer! es animoso saber q tan activos son ´tus días. Coincido totalmente contigo Carlota debe ser la Reina! Lastima que destila tana heterosexualidad q asquea! Pero bueno, no se puede tener todo en la vida.
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