Hoy no amanecí en los brazos de Tegan... Por fortuna dormí muy bien, así que esa carencia se compensó. El celular me despertó a las 6 am, y pensé que como es domingo y la familia empieza a reaccionar un poco más tarde, bien podía quedarme otro rato en la cama. No podía conciliar el sueño otra vez, luego lo hice sin darme cuenta y para cuando desperté de nuevo ya había pasado una hora. Así pues, me levanté y vestí. Cuando justo iba saliendo hacia el parque mi papá me cachó literalmente al vuelo, y me pidió que lo acompañara a la Comercial Mexicana. Me sorprendí un poco, así que respondí que sí y en el camino fuimos charlando de cosas que a nadie le importan (léase: vida y obra de más gente a la que no conozco). En realidad lo pasé mejor de lo que había pensado, disfrutando la prácticamente vacía tienda, pues pocas personas acuden un domingo a tan temprana hora.
Al volver a casa, el resto de la familia apenas iba reintegrándose al mundo de los vivos. Desayunamos, luego los deberes domésticos, etc, y más tarde fui a un local deportivo a inflar mi pera de boxeo. Hace unos meses, más por salud mental que por ejercitarme (pues me parece suficiente con ir a correr), la adquirí e instalé, a lo cual mi mejor amigo reaccionó diciendo que debía ponerle la foto de mi ex. No lo hice, así que él sugirió que, al menos, me imaginara su rostro en el artefacto. Ni siquiera lo intenté. Lo cierto es que estaba realmente molesta y maltrecha por la vida, pero no necesitaba hacer algo como eso.
Hoy rescaté a la pera, hacía más de tres semanas que no la usaba y el estrés de los últimos días había empezado ya a aferrarse a mis hombros. Mi madre está muy de acuerdo en que use esa terapia, pues de tanto en tanto me recuerda que, antes de irme a vivir mi vida, es decir, cuando aún era hija de familia y cursaba la universidad, solía ponerme bastante insoportable en algunas ocasiones, lo cual ella atribuía a las tensiones acumuladas. Yo, por mi parte, me sorprendo de que no lo tome como un innegable rasgo lésbico.
Después de descargar energía estancada, me puse a arreglar algunas cosas viejas que tengo guardadas. Decidí que venderé algunos libros de los cuales puedo desprenderme sin dolor. Son buenos, pero realmente viviré sin ellos. Además, es probable que termine mudándome nuevamente, por lo que pienso que tanto más ligera, mejor.
Golpear la pera y remover antiguas pertenencias me hizo pensar en las etapas que he atravesado en mi vida. Últimamente he pensado mucho en que, cuando regresé al DF y mi amada me cortó poco tiempo después, me encontré con que tenía sólo 25 años pero ya había estado casada... y ahora divorciada. Había ligado mi vida a la de alguien, y vivido una relación bastante duradera. Había enfrentado ya la responsabilidad de una casa, de ocuparme de pagos como teléfono, cable, internet, mantenimiento, etc. Había ya descubierto el punto en que si no te haces responsable de tus cosas, nadie lo hará por ti, y no importa si has regresado a casa exhausta: simplemente no puedes eludir tus obligaciones. Había enfrentado sola en múltiples ocasiones el embate de la naturaleza, pues generalmente en época de huracanes mi amorcito era enviada a otras cuidades, por lo que yo me quedaba en casa preocupándome por las inundaciones y el corte de servicios. Había sufrido la impotencia de que se metieran a nuestra casa a robar, mientras estábamos fuera, con la consiguiente sensación de que ese espacio tan íntimo había sido violentado por alguien extraño. Había sufrido el shock de enfrentar la desaparición de un amigo cercano, cuyo cuerpo maltrecho encontraron algunos días después. Había pasado por muchas, muchas cosas... y de pronto me sentía infinitamente vieja.
Y cansada. Los primeros meses de este año fueron definitivamente difíciles, no sólo por el equipaje que traía, sino por la situación que en casa de mis padres debía enfrentar (el delicadísimo estado de salud de mi papá, mucho mejor ahora, por fortuna). Hoy no me siento igual, felizmente. Hay, sin duda, aspectos de mí que han cambiado mi percepción de las cosas, y he logrado fortalecer puntos débiles. Ciertas situaciones se transformaron de un modo en que no imaginé, pero estoy aquí y debo responder a las consecuencias. Puedo decir que ahora estoy más completa, y, curiosamente, más ligera a la vez.
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