sábado, 31 de octubre de 2009

Todos santos... día de muertos

Mañana es 1o de noviembre (qué rápido se ha pasado este año!!!!) y sucede que, como se ha permeado la celebración de Halloween, muchos niños andan disfrazados de hombres lobo o vampiros, las niñas de brujas, etc. Honestamente no sé qué pensar al respecto, lo que me preocupa es que uno llega a verlo como algo "normal"; en el norte del país es ya una costumbre bien arraigada y aquí en el centro vamos que volamos para que de verdad esto sea una institución... Hace dos años, cuando hacía de maestra en una preparatoria norteña, impulsé el primerísimo primer concurso de altares de muertos, cosa que a los chicos les pareció divertida y extraña a la vez, pues no tenían ni la menor idea de cómo hacer una ofrenda (nótese que el concurso tuvo que llamarse "de altares" y no "de ofrendas" porque es con ése término con el que se sentían más a gusto y todos sabían más o menos de qué estábamos hablando...), así que los mandé a investigar y todos los grupos del colegio pusieron su ofrenda, dedicada a algún personaje relevante, el que ellos quisieran... omitiré los variopintos personajes que se les ocurrió homenajear, sólo comentaré que me frustré mucho de que la ofrenda ganadora fuera la dedicada a Valentín Elizalde... aunque pensándolo bien, no debia haberme sorprendido tanto, tomando en cuenta dónde estaba.


Espero y ansío que de verdad nuestras tradiciones logren permanecer tanto como sea posible. A veces me sorprendo al ver en TV algún programa sobre los tlaxcaltecas, zapotecas, etc., que aún permanecen y que se esfuerzan en mantener sus creencias, rituales y ceremonias del modo en que las practicaban sus antepasados (o, al menos, tan intactas como pueden conservarse después de haber sido afectadas por la influencia española). Eso es la onda!!! Cómo es posible que nosotros no emulemos sus esfuerzos? Nada más porque vivimos en la ciudad? Recuerdo que, cuando era niña, mi mamá me decía que había otros pequeños que nunca en su vida "habían visto ni siquiera una vaca", cada vez que salíamos de vacaciones a provincia y tomábamos auténtica leche. ¿Cómo, entonces, esperar que algo tan frágil como una tradición logre conservarse en medio del caos capitalino? ¿Cómo, si los imbéciles de los medios (y que me perdone mi profe Glockner que insiste en que los comunicólogos no seamos "detractores" de ellos) son los primeros que se inclinan, en un afán de garantizar el consumismo? Debe haber una manera.


Yo, por mi parte, seguiré encendiendo el carbón sobre el brasero, para poner incienso que se eleve en columnas de humo sobre las amarillas flores que adornan un cúmulo de fruta y conservas, seguiré disfrutando de que en casa es un placer reunir los ingredientes para preparar y hornear el pan de muerto, y sonreiré ante la posibilidad de que mi abuelo y otros tantos seres queridos estén aquí, en casa, contentos de que tenemos algo para ellos.

No hay comentarios: