lunes, 2 de noviembre de 2009

De todo un poco el día de hoy

Lo primero que pensé el día de hoy, al despertar, bueno, más bien lo que sentí fue una infinita paz. Tuve un sueño hermoso y maravilloso que consistió en una linda plática, que me llenó de sosiego. Aún corriendo en el parque logré sentir esa calma y me sentí muy a gusto.

Confrme el día fue avanzando recordé que hoy se cumplen tres años del accidente automovilístico que tuvimos mi amada y yo. Noté los años transcurridos desde ayer, y hoy rememoré, al menos, lo que recuerdo. Y es que pasado el choque, no di para mucho. Ese día nos levantamos temprano, desayunamos en la cama, vimos tele un ratito, salimos con rumbo al panteón para llevar flores a sus difuntos abuelos. Había un tráfico tremendo. Hicimos alto de acuerdo a la indicación del policia de tránsito, yo estaba arrellanada en el asiento del copiloto y, de pronto, sentí una energía que me lanzaba hacia el frente. Lancé un gemido sin pretenderlo en el mismo momento en que mi cuerpo se despegaba del asiento y era frenado por el bendito cinturón de seguridad (nunca, jamás duden de la eficacia de dicho artilugio). Luego, todo fue confusión y caos. Mi adorada también llevaba el cinturón y al parecer salió mejor librada que yo (luego supe que fue porque estaba en una posición más erguida al momento del impacto y su cuerpo no resintió tanto como el mío, laxo al recibir el golpe). Bajó a interpelar al tipo que nos había chocado, el policia intervino a favor nuestro e imagino que alguien amablemente llamó una ambulancia, porque lo que recuerdo enseguida es  a un lindo y súper cortés paramédico de la Cruz Roja que me revisó concienzudamente y me explicó que en ese momento no sentía dolor pero que, en cuanto el golpe se enfriara (unos 40 min. después) empezaría a resentirlo. Para ese momento, me sentía aturdida, mareada y extraña. Llegó otro paramédico, una chica, y ambos me sacaron con una rapidez increíble para la suavidad con que lo hicieron. Me pusieron sobre una camilla, inmovilizándome de pies a cabeza. Desde que seguía yo dentro del vehículo hecho trizas en la parte trasera había notado que varios curiosos se agolpaban a los lados, y cuando me subieron a la camilla ya eran bastantes más. Me sentí molesta. Lo que vi enseguida fue el techo de la ambulancia y escuché la sirena sonar en tanto avanzábamos hacia el hospital. En el camino, los paramédicos me hacían una y otra vez las mismas preguntas: mi nombre, edad, domicilio, profesión... Una parte de mí se preguntó porqué insistían en lo mismo si ya había respondido (luego también supe que se afanaban en que no perdiera la conciencia). No recuerdo en qué momento bajaron la camilla, sólo veo el techo de un pasillo desfilar a toda velocidad frente a mis ojos, mientras los paramédicos informan a alguien (los encargados de urgencias, tal vez) mi estado general. Me siento como en un programa de televisión tipo E.R. donde ahora soy la protagonista. Me invade un vértigo tremendo, todo gira alrededor de mí y sólo acierto a adivinar que me han colocado sobre una plancha fría a donde después se acerca un tipo a acomodarme de cierta manera y pedirme que no me mueva. Los minutos pasan. Pienso en mis padres y en lo preocupados que estarán al saber en qué me metí ahora. Es un cuarto amplio y estoy sola. No puedo evitar que me invada el temor. No sé dónde está mi amor en este momento. Inhalo profundo para poder calmar el sentimiento y noto que el paramédico tenía razón: un dolor sordo e implacable empieza a apoderarse de mi columna, ensañándose en particular con el cuello. Pasan más minutos, no sé cuántos. De pronto, siento la tibia mano de Tere, una de nuestras mejores amigas, sobre mi frente. Le pregunto por ella. Me asegura que está bien (mejor que tú, quiere decir, pero no se atreve). Me han trasladado a otra habitación, donde me aseguran un collarín al cuello y me administran medicamentos. De pronto, escucho su voz, y me vuelve el alma al cuerpo. La han internado en la misma pieza que a mí.

Pasa una cantidad de tiempo indescifrable. Nos dan de alta. Ella sale por su propio pie y yo en silla de ruedas. Regla del hospital: quien entra en camilla sale en silla. Pero puedo caminar. Vacilante, pero puedo. Salgo a enfrentarme a los efectos secundarios de los medicamentos: la somnolencia involuntaria, el mareo, la boca reseca, a las citas que me llevarán de vuelta al hospital para rehabilitarme, el lento y penoso proceso de recuperar la movilidad del cuello y, por fin, pasados muchos días, el logro de volver la cabeza de un lado a otro, sin dolor!!

Tres años ya.

Hoy le llamé y rememoramos el suceso, pero sin detenernos mucho en ello. Sólo confesó no sentirse con ganas de llevar a su mamá al panteón cuando se lo pidió, aunque lo hizo, de todas formas. Yo me reí. Ella también, pero prefirió sacar otro tema.

Este ha sido un fin de semana intenso. Mi familia y yo preparamos el pan de muerto. Comimos hasta hartarnos de sábado a lunes, no sólo pan sino también manjares de vivos como pollo frito, pizza, pasta, ensaladas, mojarras. Mi hermano se puso espléndido y compró chocolates para todos. Me empaqué con singular alegría mi Milky Way y noté que en sólo tres días me volví adicta a la coca-cola, yo, que no tomo refresco salvo en raras ocasiones. Tres días de hartazgo que empecé a exorcizar hoy en el parque. Vivan los muertos y viva la vida.

¿Qué soñé? Dos cosas maravillosas: que Tegan y Sara darían un concierto en casa de mi abuela materna (???) y Tegan se mostraba cariñosa conmigo (!!!!). Desperté riéndome de mí por mi inocencia y al conciliar el sueño otra vez, soñé que ambas gemelas llegaban a mi casa. Tegan era mi novia. Estaba cansada, así que se retiraba a la recámara a recostarse. Sara se quedaba conmigo en la sala, y empezábamos a platicar de cosas muy profundas, el ser humano, los sentimientos, la existencia misma. Veía su rostro sonreír, y me sentía tan en confianza. Era como si pudiera trascender las verdades con ella. Sabía que podía ser yo misma estando en su presencia, lo cual me liberaba. La veía como un lazo fraternal inmenso. Una paz increíble me llenó. Así desperté y así fui a correr esta mañana.

Quiero aclarar que no entiendo porqué soñé eso: Sara me atrae físicamente, no tanto como su hermana, pero obviamente no la conozco y no puede ser una guía moral ni espiritual para mí... así que el sueño fue bastante bizarro.

Ah, qué post tan raro me salió.


1 comentario:

NaShLy dijo...

Me encanta tu espacio...